Lucas Ospina |
Pinturas y dibujos

Lucas Ospina
¿el dibujo es una obra de arte en si misma o es un boceto?

“El juicio pandémico que dictamina “la muerte del arte” o “la muerte de la pintura” no parece haberse extendido al dibujo. Sobre “la muerte del dibujo” nadie se ha pronunciado, por el contrario, se lo exalta, una y otra vez, con gran efusividad. La frase “Colombia, país de dibujantes” es recurrente y pareciera que a cada generación de artistas, educadores, críticos, curadores, y galerístas, nos es dado, por gracia de un olvido histórico, un instante de epifanía bajo el concepto del dibujo; y luego, deslumbrados por el descubrimiento, procedemos a dar forma a tan reveladora experiencia en exposiciones, textos críticos —y panegíricos— y programas de docencia y de comercio, en los que solamente parece importar que las cosas se asocien a las bondades de un medio: ¡el dibujo!

El dibujo permite que algunos artistas consideren dibujar como un acto similar al de firmar, es decir, como algo propio; de esta manera recuperan para ellos cierta noción de autoría sobre sus obras y con gran estilo pueden sobreponerse a esa frase lapidaria de la “muerte del autor” que tanto crítico apocalíptico y anticapitalista (y hasta capaz de dibujar) ha profetizado. En esto arte y ley coinciden pues ambos ven en la firma, o en el dibujo a mano que hace una persona, un acto diáfano, confiable y verdadero; sin embargo, así como en la notarias la desconfianza obliga a tomar prenda de las huellas dactilares, es igualmente factible que la crítica de arte vea el dibujo con sospecha. Este ejercicio de la duda parece tener poca incidencia en las universidades o en el comercio; ambos espacios coinciden en proclamar a los cuatro vientos las maravillas del dibujo. En las universidades el dibujo es una de las materias que le permite a los profesores congraciarse con el pasado de la academia y a la vez sentirse actualizados: hablar del “campo extendido del dibujo” o “de dibujar con el lado derecho del cerebro” es un cánon compatible a los ejercicios heredados de las Escuelas de Bellas Artes —como lo son dibujar bloques geométricos, perspectivas o figura humana— y de un tiempo para acá, dibujar con puntillas, alambres, sangre o semen, y dibujar sueños, porno, violencia o éter son también instrucciones cotidianas. Por los lados del comercio, el dibujo le permite al galerista congeniarse con ese comprador quisquilloso que todavía muestra cierto apego hacia lo clásico e inseguridad hacia lo nuevo. Usando el artilugio del dibujo como un arte de tradición, la mercadotecnia del arte podrá venderle al coleccionista en ciernes, por ejemplo, un metro de trenza de pelo y también, por supuesto, una explicación; luego, el comprador (un hombre de gusto —tal vez un expresidente—), podrá colgar la obra de arte en su casa y sustentar su adquisición dando a sus amigos una breve pero descrestante explicación: “esto también es dibujo”

Tomado de:”La muerte del dibujo

Reuniones
Tinta sobre papel
119 x 88 cms.
2003 – 2017